La tierra es para el hombre
Como la esposa eterna y fiel.
Acoge su mente
Y ampara su cuerpo
Después de la jornada.
Como la madre,
con suaves ropas,
En silencio acaricia
El rostro surcado por el Sol
Y por el viento de las praderías.
Y enjuga las gotas de sudor
Que resplandecen
En el rostro del hijo.
Son aquellos trozos de tela
Los mismos que antaño estaban
Llenos de panes de cebada,
Trigo y centeno calientes.
Endulzadas con miel boscana
Todavía recuerdan la tibieza
Y el aroma del hogar.
La tierra es para el hombre
El gran regalo del creador.
Ella esconde el sustento
En sus entrañas.
Recibe y guarda el agua de los ríos
Y de los lagos en su regazo.
Comparte el calor robado al Sol.
Y acompaña al campesino,
Desde el primer llanto,
Hasta la última sonrisa.
José Luis Bello Rodríguez